aquella vieja polémica

Justo en el momento en que la convergencia entre papel y pantalla parezca llegar a su perfección (pantallas cada vez más parecidas al papel y textos de profundidad lectora cada vez más adaptados a la pantalla), nos encontraremos con el advenimiento del fin de los dispositivos.

La tartera

Después de todo, los lunes no eran tan mal día... podía ver a los de la oficina, comentaba con ellos el partido y era el único día que no comía en el abarrotado restaurante de la gasolinera; los lunes, su mujer le preparaba las sobras del cocido del domingo y él acudía al comedor de la empresa tan agusto.

Ese día, algo debío de llamar la atención del guardía de seguridad del edificio cuando le invitó a mostrar lo que llevaba en esa bolsa negra, la que albergaba su comida.

Confuso, pero con buen humor, sacó la tartera y, mientras le comentaba que llevaba el cocido preparado por su mujer, soltó las presillas y abrió la tapa de la tartera.

La explosión se escuchó en varios kilómetros a la redonda.
¿Quién resolverá este enigma?

"Paseo del Prado buscó a Paseo de la Castellana y, al encontrarlo, halló la muerte"

Y Juan mató al lobo



Juan mató al lobo; lo hizo una mañana de niebla, junto a la cuadra comunitaria. El animal llevaba días rondando la aldea y, esa mañana, Juan lo esperó escondido tras las ovejas. Cuando le vio olisqueando la base de los pilares de madera que formaban la empalizada que protegía al ganado, no se lo pensó dos veces y, casi sin levantarse, sacudió su brazo y la jabalina fue a clavarse en los cuartos traseros del animal que huía. Aunque vivo, la incapacidad para correr le hizo presa fácil de Juan, que le abrió la cabeza con un gran guijarro.

La piel deshollada del lobo colgó de la puerta de la aldea durante meses, como para indicar a los compañeros de la bestia que se guardaran de entrar; años después de la muerte de Juan, los niños del pueblo seguían cantando este suceso:

Hubo un día un lobo enorme / que buscaba carne aquí / asustaba a muchos niños / y a la oveja hacía así: / auhhh, auhhh, auhhh / Pero Juan, tras la ventana / esperaba muy capaz, / y tirándole una lanza / lo mandó al más allá: / auhhh, auhhh, auhhh

Más al este, casi donde las montañas trascasianas daban la vuelta para mirar al imperio Jarciano, el hecho pasó, sujeto a la infantil cantinela, de pueblo en pueblo hasta llegar a la capital y allí, que no sabían de lobos ni de juanes, el animal creció hasta hacerse un léon y Juan, el Rey Famsú.

Tan identificada se encontraba la leyenda de este rey con la desaparición de la bestia salvaje que, cuando el escriba Teodirino se decidió a fijar la historia de la dinastía Jarciana con la nueva tecnología de los signos grabados en tela, casi dos siglos después de los hechos reales, lo incluyó como un dato más de la excelsa biografía del nombrado Rey, omitiendo esta vez el detalle de la lanza por consejo (y orden) de Famsu III, descendiente de aquel, que quiso con ello realzar aún más el carácter sobrehumano del monarca y sacerdote (y con ello, el de su dinastía).

Y fue Famsú, el hijo de la Puerta de la Casa de Jarcio, quien, con sus manos desnudas abrazó al temible Ritomedes que se había convertido en enorme león blanco, y estrechando el cuello de la bestia, acabó con aquel que la Ciudad deseaba someter... 

Aún hoy, puede observarse en el tímpano más importante del templo dedicado al culto Neojarciano, en el centro de la gran ciudad trascasiana de Cirunea, el relieve que representa al entonces príncipe y profeta Famsú dando muerte con sus propias manos a un enorme y fiero león. De hecho, varios lingüistas señalan el origen etimológico del nombre de la ciudad a las palabras "Cir Uneam", es decir, "sin armas", tal y como su fundador había actuado frente a la amenaza salvaje que la acosaba.




Esto, que podría parecer un hecho anecdótico, no ha dejado de pasarle factura a los Ciruneos y, en realidad, a todo el área de influencia del culto; al tomar como hito fundacional la victoria del rey sobre la bestía sin más armas que su cuerpo, no en pocos casos reproducen este combate desproporcionado al afrontar problemas y amenazas (personales, comunitarias e, incluso, patológicas) con los casi siempre escasos recursos de los que les ha provisto la naturaleza. Este rechazo al uso de herramientas o útiles de ayuda es, sin lugar a dudas, causa de su retrasada posición en cuanto a desarrollo tecnológico e innovación y lo que estanca a esas extensas zonas de la cordillera trascasiana, cuyas pequeñas pero numerosas poblaciones siguen todavía, en esta época, manteniendo economías de subsistencia basadas en la cría de ganado.

El profesor German Quinter, estudioso de la tradición oral trascasiana y aldumana, recoge en su primera obra, "Manos vacías ante la adversidad", los problemas y visicitudes con las que tuvo que enfrentarse a la hora de documentarse sobre el pueblo ciruneo; entre ellas, el absoluto vacío que sobre esta temática reina en la red.









Un tapiz insondable

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(Tirunelveli, Tamil Nadu, India)


“Conque allí hilaba su gran telar
durante el día y por la noche lo destejía,
tras colocar antorchas a su lado”
Homero


Treinta siglos después de la primera transcripción escrita del relato homérico, los hombres, al igual que Penélope, seguimos tejiendo y destejiendo una malla de comunicación y conocimiento formada con la urdimbre de los sonidos y los alfabetos. Ese tejido resultante es el que hemos ido definiendo como texto, protagonista de unas culturas, la oral y la escrita-impresa, milenarias, y que hoy adquiere, con la emergencia del Informacionalismo, la cultura digital y la sociedad red, nuevos usos, retos y apariencias que conectan de nuevo con los primeros significados de la palabra de origen latino que lo nombra: texere, tejer, trenzar, entrelazar.


Vencidos con-vencedores (en tres actos)

La Víctima, el Testigo y el Asesino. Óleo sobre tabla. JM Lorite


ACTO I
La pieza

—Busca allí donde los fragmentos sean más pequeños.
—¿Puedes describirme mejor su forma?
—Debe de tener el tamaño de una caja de zapatos, algo más pequeña, de color rojizo; quizás me engañe la memoria.
—Es difícil remover tal cantidad de escombro. Si al menos pudieses ayudarme o proporcionarme más detalles.
—Sé que, cuando la encuentres, la reconocerás enseguida porque te traerá el recuerdo de aquella otra pieza con la que ensambló un día.



ACTO II
Los dos soldados

—He sido un soldado que ha luchado por su patria. Como tú por la tuya. Ni más ni menos.
—Bien, soldado. ¿Por qué abandonas la lucha armada?
—Por encontrar un camino político al conflicto.
—¿Por conflicto te refieres a la guerra entre un país ocupado contra su ocupador?
—Sí.
—En guerra, abandonar la lucha es una rendición.
—Es una postura que opta por la política, y no las armas, porque apuesta por un escenario de paz.
—¿Se hubiera tomado esa postura sin la presión policial y judicial?
—Sin duda.
—Entonces, ¿es que se ha conseguido la libertad para tu pueblo?
—No. Queda ahora un intenso camino por lograr que nuestro pueblo sea quien decida su destino.
—¿Y por qué volver a la paz? Sintiendo que tu patria sigue ocupada, ¿es que ya no merece el vertido de más sangre? Y, si nunca la mereció, ¿no es entonces hora de reparar el horror?




ACTO III
La pareja

—¿Cómo has pasado el día?
—Bien.
—¿No cenas?
—Ya cené.
—Me duele tu indiferencia. Perdóname, por favor, te echo tantísimo de menos.

Los caminos del rock son insondables


Esta vez no es muy complicado el enigma: ¿cuál es el nexo de unión entre estas imágenes?

Kant y Nietzsche citados ante "La Balsa de la Medusa"



Publico un ejercicio que realicé para "Historia de las ideas estéticas" en el curso del 2º Ciclo de Humanidades de la UOC. El enunciado era hacer coincidir a ambos filósofos ante el impresionante cuadro del pintor romántico Théodore Géricault "La Balsa de la Medusa" y transmitir, de alguna manera, sus distintas percepciones estéticas (y las de su tiempo). 

Por el contexto económico y social que vivimos, me ha venido a la memoria y así es que lo publico, pensando en ir publicando también aquellos ejercicios que más me hicieron aprender y gustaron.
 

NIETZSCHE —Muy apropiado, irónico diría yo, habernos citado frente a este cuadro precisamente ahora, cuando esta balsa llamada “capitalismo” no aguanta la embestida de un capitalismo insolvente y caduco y ahora que, como entonces, los poderosos huyen en sus botes después de cortar los cabos que les unía a la balsa, para llegar a puerto indemnes…

KANT —No he querido leer la crónica de nuestro presente en esta superficie pictórica, función esa de los diarios y otros medios, no de la obra de arte; si algo he recibido ante ella, esto ha sido la innegable sensación de lo sublime, un balanceo de atracción y repulsión ante ese mar infinito anunciando tragarse a los hombres, hombres que han perdido la fuerza de espíritu frente a un viento contrario a su salvación, infranqueable, creando una tragedia universal de cuerpos entrelazados… ¿entiendo que la obra no ha despertado su sensibilidad hacia lo sublime?

N —Pasemos un mes ante este cuadro y atendamos a las frases que despierte en los observadores; escucharemos que es una “bofetada contra el estado social de las cosas”, escucharemos que la obra es una obra política, un símbolo de denuncia de la corrupción monárquica… sí, como en los diarios, pero no porque una función política anime la obra de arte sino porque crear, denunciar, expresar o vivir es una misma cosa, algo que no puede irse dividiendo en cajones independientes. Pero volvamos a lo sublime: para usted, esa sensibilidad es una suerte de desbordamiento de la capacidad perceptiva pero, al fin y al cabo, emparentada con el placer, un placer “negativo” creo que dijo en cierta ocasión; un placer que sorprende sin atemorizar al encontrarnos en la seguridad del observador…

K—Dos temas entrelazados: que la pintura enlace con su tiempo, que el tema representado sea una denuncia, incluso que, como se comenta, Géricault buscase con esta obra la representación magistral de su carrera, todo esto, digo, no interfiere en mi valoración estética. La sensación por mí percibida en torno a su belleza, subjetiva por tanto, no depende de la pintura sino en cómo es estimada en mi contemplación. El juicio de gusto no desentraña un interés.
En cuanto a mi cuestión sobre lo sublime, he de decir que sí, un placer negativo que me hace consciente de una altura para mi alma no acostumbrada en la cotidianeidad de las horas, algo que descubre en mí unas facultades de resistencia de diverso orden... Pero no encuentro su respuesta en la descripción de mi experiencia; buscaba la suya que, por sus palabras, intuyo es de distinta naturaleza.

N —Debo confesarle para responderle entonces que en mi primer itinerario visual sobre la pintura no he reparado en esos elementos inmensos de la naturaleza, ni siquiera en si el color predominaba sobre el dibujo como ahora percibo o el dibujo sobre el color; mi mirada ha sido captada por el realismo macabro en el que se representan los cuerpos y, sobre todo, en los ojos de ese hombre que, sujetando el cuerpo muerto de otro, su hijo quizás, nos mira de frente, desesperanzado…

K —Un recurso usado antes y que ya Alberti cita como elemento de la prospectiva legittima, una manera de conectar al observador con la escena…

N —No ha sido en verdad su efecto el hacerme partícipe de la escena; más bien me ha desplazado a otra imagen, lejana ya de lo sublime, la de un destino humano arrastrado hacia la nada, donde la irracional voluntad de vivir no acarrea la satisfacción de los hombres sino que provoca un dolor que, como el mar de la pintura, es insondable e infinito. Por eso mi sensibilidad hacia “lo sublime” queda descartada en cuanto que descubro, tras la representación de la obra, la representación de una realidad aterradora. No percibo placer en ello, ni positivo ni negativo, sino la constatación de la incapacidad del hombre para vivir.

K —No puedo evitar el recordar en sus palabras las de Schopenhauer, supongo que, en cierta medida, su fuente primera; pero en el cuadro hay quien espera ser salvado, quien agita un trozo de tela en contra del viento, en contra de las olas, quien ha visto o intuye lo que ha de salvarle... ¿quién o qué salva a su humanidad, señor Nietzsche?

N —No hay salvación para la humanidad sino para el hombre como individuo salvado metafísicamente por el arte, un arte que es la creación permanente de una voluntad individual y poderosa. Dentro de esa pirámide de cuerpos de la balsa, el hombre superado yace abajo, impotente, inerme… el nuevo ha roto ya las ataduras y reivindica con su gesto la dignidad de ser la condición de todo el espectáculo universal. Ahí, en esa realidad que la obra recrea y revela, más allá de “las representaciones que otorga el conocimiento” –palabras estas, como usted bien señala, dichas ya antes por Schopenhauer – es donde yo atisbo lo sublime.

K —Habla como quieren hablarnos las obras románticas, hablar al espíritu y al ánimo desde el espíritu y el ánimo, esas obras de las que usted se siente tan alejado, “por evasivas” según usted y, sin embargo, ¿no es su actitud una actitud romántica cuando reconoce que el arte desvela una naturaleza más auténtica, escondida para la razón? ¿no es una actitud romántica volver la mirada apasionada y vehemente a la imaginación como creadora y reveladora de la existencia?

N —Esas obras románticas desean arrebatarnos con un ataque impetuoso y, tras el filtro del tiempo y el silencio, desaparecen de nuestro corazón sin haberse hecho el hueco y la huella de esas otras que, de manera inadvertida, nos tocan para quedarse para siempre con nosotros. Sería romántico, sin duda, si mi pensamiento fuera una capa superficial que se expresara tan sólo con la constatación o la certeza de haber asumido la naturaleza de la existencia, una existencia vital, instintiva e irracional, oscura y orgánica, una existencia dionisiaca… pero a ella mi alma cubre con una piel de cebolla que reclama orden, estilo y proporción, expresión consciente y deliberada, un acto apolíneo que, por decirlo con sus palabras, configuraría la forma de la experiencia por la acción, no ya de la mente, sino de la mente creadora.
Por otra parte, no es menos romántica su actitud con respecto a un arte que bebe de la creatividad, libre e individual, donde la imaginación pone sus reglas y puede interpretar la realidad para sus fines; tampoco se salva la actitud que usted le otorga a un artista que hace de su obra una necesidad vital, sin más fin que el arte por el arte…

K —Le escucho y descubro un primer momento, no expresado con el lenguaje pero sí descansando detrás de nuestras palabras, en el que estamos de acuerdo: hemos perdido la idea medieval de que todo lo que ha hecho dios es bello, esa belleza ya no es una calidad trascendental de los objetos. Pero hay un momento posterior en el que usted se sitúa, un momento para mí extraño, desconocido, en el que la belleza ha desaparecido al romperse la dualidad entre contenido y forma, entre arte y belleza; como conclusión, el gestor y receptor de esa experiencia estética formada por la conjunción de lo dionisíaco y lo apolíneo, ese hombre nuevo, sólo puede encarnarse en el artista que vive en permanente creación.

N —Si reposásemos nuestras palabras, quizás vería que yo, como usted, deseo comprender el arte sin conceptos y que ese deseo, siendo el arte el producto no del espíritu romántico, sino de una capacidad vitalmente creativa, solo puede darse desde el punto de vista del creador. Mi conclusión por tanto es entender que crear es mejor que conocer, despojando al arte de su mera apariencia estética y posicionándolo como autónomo, por encima del conocimiento y la filosofía. Dicho esto, queda explicitar la trama última de nuestras diferencias con esta pregunta: ¿cómo responde usted a la percepción de la belleza?

K —¿Qué respuesta llevaría a dar aquello que nos place en sí mismo? Lo bello exige un juicio reflexivo, no de los sentidos ni científico, es decir, un juicio que despierta con una satisfacción independiente del deseo y de la razón. Por ello, ajeno al motor que la razón y el deseo moverían en pos de una respuesta.

N —Mi respuesta a la percepción de la belleza, sin embargo, no es un juicio estético, es el anhelo de ser bello.

K —Un discurso firme pero, posicionados así, el arte como voluntad vital, el arte que explica el mundo o mejor, lo estético como consustancial al vivir… ¿cómo desarrollar una distancia que permita la valoración estética, la reflexión consciente de lo sensible?
Es usted, señor Nietzsche, un pez que, metido en la pecera de la experiencia estética, es forma y contenido a la vez, imposibilitado por tanto para describir esa misma pecera, por ser parte suya y no objeto de una percepción que necesita de la distancia, de un “verse desde fuera”…

N —Quizás porque usted piensa un mundo que espera ser explorado por el conocimiento, animado por la voluntad de la moral y en busca de la belleza. Yo le ofrezco la idea de un mundo que se crea por nuestras percepciones sensoriales y nuestras limitaciones fisiológicas…
Es este punto de nuestra conversación ese mismo punto “esencial” que refleja el cuadro de la balsa de “La Medusa” y del que tanto habló Lessing, punto de la acción en el cual se hace más inteligible lo que ha pasado y lo que ha de venir; un momento para realizar la instantánea y parar. Querido amigo, recuerde que no estamos aquí para decir la vida, sino para vivirla… recuerde, se lo dice el pez de la pecera, que fuera de ella, allí donde el agua se explica completa, en la distancia, el pez… se muere.





Fuentes en línea consultadas además del material UOC
• Nietzsche: comprensión estética de la realidad vital: en PDF. Silvia Silveira Laguna
• Arte y Poder. Aproximación a la estética de Nietzsche. Santiago Guervós. http://www.philosophybooks.info/Revista/Archivos/Numero0/page27.html

Literatura 3.0

Andaba pensando en cómo materializar un experimento de literatura 2.0, una obra que respondiese a las nuevas posibilidades de consumir un contenido literario: multiformato, es decir una obra líquida que se adaptase a cualquier dispositivo, adaptable acualquier soporte y formato; discontinua o, mejor, no secuencial ni en su lectura ni en su acceso; sincronizada desde cualquiera de los distintos dispositivos usados; multimedia, en el modo de abarcar las mayores posibilidades de nuestros sentidos y percepciones; y social, como no podría ser ya de otra manera una vez que hemos vuelto a tomar la plaza de la comunidad para comentar, cotillear, votar, recomendar...

Se me ocurría, visto los fracasos de mis anteriores intentos de narración digital, "El tesoro olvidado al viento" y "Caleidoscópica te quiero", el proponer la comunicación directa, vía redes sociales, de los posibles lectores con el personaje de ficción. Es decir, saltarme todas las cadenas de valor del mercado editorial convencional (autor, editorial, plataforma de distribución, librería) y hacer hablar al personaje de la trama con el lector, convertido según avanza la ficción en autor-personaje del argumento ya que, semanas después de interactividad entre lectores y personaje, se habría creado un rico magma narrativo donde las fronteras entre realidad, virtualidad y ficción se irían poco a poco difuminando. Las disciplinas artísticas quedarían también desdibujadas desde el momento en el que la persona que daría voz (escribiría) al personaje, el autor, podría ser tomado en realidad por actor, y el hilo de comunicaciones en red, una suerte de perfomance o, incluso, función de continua improvisación teatral; este efecto se vería amplificado con las posibilidades de video-conferencia y demás recursos infográficos que podrían formar parte de la trama.

Pensando en esas premisas, me pudo la ambición: ¿y por qué no provocar una ficción coral dedicada a un único lector? Es decir, dada la posibilidad de ir trabajando un cluster dentro de la red compuesto en su totalidad por personajes de una ficción narrativa digital, por qué no lograr encajar en esa madeja a un individuo ajeno a la trama, o mejor un buen número de ellos, que disfrutasen con la inmersión en esa literatura digital; si podemos seguir denominando esa experiencia así porque, poco a poco, el asunto se acercaría más al concepto de videojuego.

Después de tanto darle vueltas, esa misma noche y ante el telediario, escuchando como la deuda subía y la bolsa bajaba (bajaba a mayor velocidad que esos satélites descontrolados y con alta probabilidad de caer sobre una patera del Mediterráneo); de observar como unos dimitían, otros reclamaban, denunciaban, se morían, renacían, se mataban, se cobraban, no pagaban, mentían, se indignaban, recortaban y demás; con ese despliegue de colores, de acción, de requiebros a cual más inverosímil y desconcertante... en fin, esa misma noche descubrí que hace tiempo que disfrutamos de la Literatura 3.0, una literatura donde los Media son indudablemente el dispositivo y los distintos conjuntos de poder de geometría variable, los autores-actores mal avenidos de una trama que coloca al lector como el eterno protagonista; tanto es así que, cuando la obra es mala, quien recibe los tomates en este nuevo escenario 3.0 es precisamente él.

Mejor dejarse llevar.




Jugando en Cosmolema

ensoñar encoñar,enconar,entonar
ensañar encañar,encallar,entallar
enseñar ensenar,ensecar,entecar


A quien le guste jugar con las palabras encontrará en cosmolema una fuente de placer y conocimiento. Cosmolema es un entorno de juego, consulta y aprendizaje de la lengua española basado en las palabras y sus relaciones alfabéticas.

Es un proyecto desarrollado por bestiario para el programa leer.es del Ministerio de Educación de España.

Una conexión de finas hebras

Entre el signo y la escultura existe una sutil pero merecida conexión que sienta en una misma mesa al astrónomo avezado y al historiador curioso. Cuantos secretos esconden las banderas!

El cuento [casi] completo


Conecto el cuento. Todo comienza con el encargo que la madrastra hace a uno de sus esbirros: quiere que haga desaparecer en el bosque a su bella hijastra y que le traiga su corazón como muestra del cumplimiento de su deseo. La narración contempla el caso en que el esbirro, compadecido por el trágico destino de la muchacha, la deja marchar, llevando a la malvada madrastra el corazón de un jabalí para cumplir con el expediente. Pero también muestra como el mercenario, movido por el miedo a perder la vida a manos de su ama, liquidaría con mayor o menor agrado a la joven.

No todo tiene por que ocurrir de manera tan radical. El esbirro podría haber salvado a la hijastra para, después, en un acto de valentía y sinceridad, explicarse ante su jefa. Esta no tendría que haberle asesinado; todo podría pasar a un segundo plano y la historia del esbirro desaparecería tras otros asuntos más importantes.

Aunque también la acción podría demandar algo más de marcha: el futuro asesino puede aliarse con la chica, dejarla a salvo en casa de algún conocido y marchar para dar fin a la vida de la malvada ama. Y aquí ya vienen más líos puesto que el trío príncipe, esbirro y muchacha casan mal, sobre todo, si el anteriormente mercenario materno se hubiera hecho ilusiones de su futuro con la heredera y pensara en cobrarse el favor ofrecido, nada menos que salvar su vida, con un enlace vitalicio.

Otras posibilidades aparecen tras analizar el escenario: la hijastra, a medio camino del lugar de la ejecución boscosa, se olería la jugada, provocando una distracción del ejecutor y protagonizando una rápida huida. Huye también el sicario temiendo el castigo o, por el contrario, caza y da muerte a una bestia del bosque para entregar el corazón reclamado. O a lo Tarantino: el pobre hombre, inseguro, acomete medio hachazo sin poder completar el trabajo y acaba corriendo sobre un fondo de sonido rumble tras la muchacha herida por medio bosque hasta que se topa con un grupo de estibadores portuarios, mejor mineros (estamos en un bosque), con los que se enzarza en una feroz reyerta que termina con él y los siete u ocho trabajadores medio muertos en el único claro de vegetación existente por los alrededores y desde el cual se vislumbra, a lo lejos, como la princesa del brazo colgando es acogida por una encorvada ancianita que, incomprensiblemente por el lugar y la hora, arrastra un saco enorme de peras.

Todo esto es posible y más, solo es el principio.

la sorpresa de Sabero



Fuimos al Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León, en Sabero, en busca de una de las más importantes exposiciones europeas de meteoritos y nos encontramos un espacio increíblemente bello, donde la arquitectura industrial, las máquinas pesadas y la exposición temporal de esculturas de Ángel Peres forman un todo muy especial.


Casi al final, la conexión sólo es lograda por el cinéfilo


No es fácil, no; de hecho, es muy complicado conectar ambas imágenes. Pero como ya dijimos en el caso de la cerámica misteriosa, lo importante es lo que se encuentra en el camino, más incluso que el extraño vacío que deja el minuto después de la resolución del enigma... en principio, bastaría con identificar a qué corresponde cada imagen, sin conectarlas... aún así, o por eso, una pista: casi al final, la conexión sólo es posible para el cinéfilo (esto ya se dijo, verdad?)

nota: es una reedición del enigma del verano de 2009 que me pide conchi

Se perdió la novena




¿Cuál podrá ser el nexo que une la primera imagen con la segunda? ¿Y ésta con la última?
Buen viaje de conocimiento.

Testeo del principio de la ficción hipertextual "El tesoro olvidado al viento"


Os presento una pequeña parte, un boceto, de “El tesoro olvidado al viento”, una ficción con imbricaciones en la realidad de un cercano pero incierto futuro y desarrollada a través de una estructura convencional: con su planteamiento, momentos de tensión e incertidumbre que abocan al nudo de la trama y su, más o menos, feliz desenlace.
Pero no haría falta pediros ayuda si no se tratase de una propuesta, de un juego que necesita probar su eficaz lectura; en este caso, por lo que no tiene: narración.
El hilo argumental de la historia que os propongo se halla oculto en la red; los personajes, escenarios y hechos ocurren y existen sólo en la medida en que el lector es capaz de sacarlos a la luz. No se apoya en narración alguna. En esta obra experimental, la narración aflora en manos de la sagacidad y el interés del lector. Sin su búsqueda, sin su intuición para atar cabos, descartar y decidir caminos, ni la ficción ni la realidad a través de ella descubierta suceden.
Un viaje hipertextual que espero no sólo os sea entretenido si lo iniciáis, sino que, además, os lleve por derroteros de conocimiento que resulten, cuando menos, novedosos. Un paseo que, como toman distancias los groenlandeses, no os ocupará ni medio sinik (sueño).
Todo empieza aquí, precisamente en este momento y exactamente en este lugar. Buen viaje.
78°54′N 18°01′E / 78.9, 18.017


[Para probar que habéis llegado al final de esta primera parte, escribid un comentario a esta entrada con el nombre del extraño profesor en Historia Medieval que escribe un email al que, parece, será uno de los protagonista de la ficción]

[También se pueden realizar comentarios en twitter bajo la etiqueta #Berlanaz]
Muchas gracias por vuestra atención

Caminos del deseo


Seguimos por el sendero marcado hasta que, llegados a un punto, descubrimos que nos viene mejor, por atajar o porque nos facilita el itinerario hasta nuestro destino, continuar a través de la hierba. Con el tiempo, un nuevo camino, formado por el paso de otros viandantes erosionando el césped, se forma en el parque: un camino del deseo.

De la misma manera, durante un tiempo, el camino marcado por el mercado y las empresas dirigen nuestra actividad consumidora y productiva. Pero, poco a poco, y cada vez el tiempo pasa más aprisa, nuevos senderos en busca de eficiencia, funcionalidad y adaptabilidad van creándose con la aportación de los usuarios y creadores.

Si los lugares fueran ordenados con módulos móviles que se adaptarán a las necesidades de paso de sus habitantes, tendríamos una animada secuencia de pequeños ajustes constantes, donde las calles se harían más o menos anchas según las horas y el césped del parque, en lugar de alfombra sobre el solar, sería fluido verde y viscoso en torno a los pasos de quien lo disfrutase.

Hay indicios para intuir que aquello que hoy debe ser programado para el futuro podrá, en ese mismo futuro no lejano, moldearse en tiempo real en base a las necesidades de sus ciudadanos, como un termostato de morfologías arquitectónicas o estrategias políticas; el mundo entero perderá su carácter inmóvil, sólido y tangible, debiendo adaptarnos a ese ambiente blando con nuevas herramientas y procesos.

No lo pienso yo solo: Kevin Kelly, fundador de la revista Wired, comenta en este artículo, escrupulosamente traducido por José Antonio de la Riva para Anatomía de la Edición, cómo serán los libros en el futuro. Y estoy de acuerdo con él: serán lo que queramos que sean, estarán allí hacia donde dirijamos nuestros caminos del deseo.

Mi vida en los límites de la letra A


Mi vida en los límites de la letra A es serena y cómoda. Pero, sobre todo, inequívoca: más allá de la letra A todo es de un blanco inmaculado y dentro, de un negro denso y opaco. En los límites, en ese espacio frontera donde todo cambia, vislumbro la nada cada mañana y me reconforta la quietud y seguridad que da percibir el mismo horizonte vacío de acontecimientos.

En los límites de la letra A, aguardo tranquilo y confiado.





Reproduciendo el proyecto de Tindaya


Escribía Eduardo Chillida que la percepción es arriesgada y progresista, y la experiencia, conservadora: "El percibir actúa directamente en el presente, pero con un pie puesto en el futuro. La experiencia, en cambio, hace lo contrario: estás en el presente pero con el pie puesto en el pasado".

Y abundaba: "Me interesa más la experimentación que la experiencia. También prefiero el conocer que el conocimiento".

No sé si por obrar en consecuencia, porque esa mañana de domingo el tiempo alentaba quedarse en casa o porque desde que vi las primeras imágenes del proyecto del Monumento de Tindaya quedé enganchado a esa forma radical de mostrarse luz y sombra, materia y vacío, que quise reproducir en pequeño esa fábrica de percepciones. [En todo esto, tengo que reflejar también mis serias dudas sobre la idoneidad y beneficio de su posible implantación en la montaña].

Sea como fuese, esa mañana hicimos una maqueta compulsiva del proyecto de Chillida, cuyo proceso recogió fotográficamente María de manera tan desanimada como ganas puso, junto a Paula, poniendo celofán a diestro y siniestro.

El salto


Hacía mucho tiempo que no volvía a encontrarme con esta fotografía. Tenía trece o catorce años y probaba con un amigo la vieja cámara fotográfica de mis padres. Se me ocurrió intentar capturar el momento en el que yo saltaba de una a otra orilla de la esquina del estanque. Para darle emoción, debía hacerlo también sobre el agua que una piedra, lanzada mientras iniciaba el salto, haría salpicar.

Hubo, sin duda, una cierta coordinación motora mía y precisión por parte de mi amigo, el tomador de la imagen, pues salió a la primera. Y suerte, pues sólo hicimos esa captura, sin saber si había salido bien o no; en aquel entonces, no disponíamos de una pantalla digital que nos mostrase de inmediato el resultado obtenido.

Pienso ahora en cómo habría quedado la escena grabada en película por Harold Edgerton, el artista e ingeniero eléctrico estadounidense, inventor del flash estroboscópico y creador de esas fotografías, tan bellas como útiles desde el punto de vista científico, que aún hoy alimentan nuestro imaginario (y nuestra publicidad): un primer plano de mis zapatillas blancas rozando unas lentísimas gotas ascendentes de agua sobre el oscuro fondo de vegetación inmóvil.

En ese fondo, y ajenos a la ocurrencia, puede verse a un padre que atiende a su bebe y, a la derecha, una pareja que yace en el césped mientras otra figura nos da la espalda dirigiendo su mirada hacia donde no parece estar pasando nada interesante; si haces sucesivos zooms de la imagen, vienen inevitablemente al recuerdo escenas de "Blow-Up" (si en algún momento la viste, claro), aquella película de Michelangelo Antonioni basada en un cuento de Cortázar y ambientada en el Londres de los sesenta –con música de Herbie Hancock–, en la que un fotógrafo descubre un asesinato a través de las sucesivas ampliaciones que realiza sobre las fotografías tomadas en un parque; un parque, en principio, tan anodino y carente de interés como el que aparece en nuestra imagen.

Edgerton, Antonioni, Cortázar, Hancock, mi amigo el fotógrafo... de todo hace ya mucho tiempo: un gran salto.

Un mundo con hijas II


Lo pensaba hace un tiempo: la eternidad fue aquel partido de fútbol sin marcador, sin líneas marcadas, de cuando niños; en el parque de una tarde de agosto.

Ahora que vuelvo a esos escenarios acompañando el juego de mis pequeñas, percibo de nuevo esa sensación del tiempo detenido, medido tan solo por los espacios existentes entre turnos de columpio, mecido por el continuo burbujeo de risas y gritos infantiles.

Con un decorado de bicis, balones y patines de fondo, María recita la tabla del seis con la misma cadencia mnemotécnica que yo utilizara hace ahora más de 30 años. Escucho y disfruto de su voz y la suave temperatura mientras me pregunto si a la futura supernova Eta Carinae le importará mucho la tabla de multiplicar, o si nuestra corteza terrestre se estremecerá en parte por todos esos hoyuelos que los niños abren y cierran con sus palas de plástico verde transparente.

El parque, a veces, me parece el centro mismo del universo.

Falla's Fire

Imaginad que Tarantino me pide una breve composición para la escena principal de una de sus películas. En ella, Cruz Laporte, un brillante estudiante de piano en Berkeley, apasionado por la música española de principios del XX, prepara varias armas de fuego de gran calibre. Vestido a la manera de los concertistas, se prepara para hacer debutar su doble personalidad en la noche neoyorquina. A mí me está saliendo, con el MusicEstudio en el iPad, más o menos esto:

Falla's Fire

(ponte los cascos, por favor, es otra cosa y no te tomarán por loco o loca si descubren lo que escuchas)

Un mundo con hijas I


Hojeo con una satisfacción antigua un gran libro amarillo que mi hija mayor ha traído de la biblioteca: "El gran libro de los Animales" de la editorial San Pablo. Cordados, Plantelmintos y Nematodos, aves paseriformes, columbiformes y anseriformes, palabras que saboreo junto a imágenes de salamandras ciegas de Texas y musarañas, ranas cornudas, facoceros, un oso hormiguero gigante y los monstruos abisales.

Y recuerdo por todo ello otro libro, verde en este caso: "El Árbol del Conocimiento" [gracias Santos] de Maturana y Varela (2003). Observando la distinta configuración de los cuerpos de los animales e imaginando sus diferentes maneras de nadar, volar o recorrer la superficie terrestre, venía a mi memoria un comentario del libro verde que decía algo así: "No sobrevive el más apto, sobrevive el apto. Unas mismas condiciones pueden ser satisfechas de muchas maneras, y no de una optimización de algún criterio ajeno a la supervivencia misma".

Es muy curioso e inevitable entonces hacer lógicos paralelismos con un mundo como el nuestro, en sus aspectos de realización personal y profesional (insertos en una crisis financiera), en los que se busca constantemente la afilada y perfecta forma del tiburón, como si no pudiésemos ser felices como celentéreos... o dentro de la morfología de un ficus.


Mi palmera Kentia

Deriva natural de los seres vivos y deriva mental mía. Nombrar al ficus me ha traído a la mano el programa dirigido por Eduardo Punset, "Redes", de hace unas semanas: "La inteligencia de las plantas". Habla con un catedrático, en Florencia, del caso de un grupo de acacias que, asediadas por una repentina población de antílopes, aumentaron en tal grado su composición en taninos que acabaron por eliminar a todos los animales que amenazaban su existencia.

Más allá de la espectacularidad del caso, me quedo con los comentarios que describen a las plantas con su forma especial de inteligencia, engañando con sus formas, olores y colores a los insectos para utilizarlos como vectores de polinización; seduciéndonos a nosotros, a la especie humana, con sus frutas para el mismo objetivo. Y sobreviviendo durante cientos e, incluso, miles de años. Sobreviviendo sin nosotros, que aún dependemos de ellas para mantenernos vivos en este planeta. Sin aspavientos, buscando elegantemente la luz y modificando su ser ante los cambios, no su posición espacial. Sus hojas rumorean un "no huyas, sé otro".

Miro a mi palmera kentia —lleva con nosotros desde antes del nacimiento de mis hijas— y río imaginando una película de terror donde un pino común instiga una operación contra la especie humana; visualizo la última escena: las intenciones del viejo pino han sido descubiertas y se encuentra rodeado de hombres que observan su altura en silencio y en la penumbra de una noche clara de luna, justo antes de sacrificarlo.

Me dice Mario que ya hay una película con parecido argumento, así que mejor riego a mi kentia.

Menudines ve la luz


Mi primera aplicación para el iPhone y el iPad, Menudines, ya está disponible en el apple store.

Se trata de una sencilla aplicación que ayuda a programar menús variados y saludables. Su principal objetivo, sin embargo, es dar un pequeño paso en la promoción de la importancia de la alimentación para nuestra salud.

Espero que os guste si la adquirís y que me remitáis vuestras impresiones.



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