Mi vida en los límites de la letra A


Mi vida en los límites de la letra A es serena y cómoda. Pero, sobre todo, inequívoca: más allá de la letra A todo es de un blanco inmaculado y dentro, de un negro denso y opaco. En los límites, en ese espacio frontera donde todo cambia, vislumbro la nada cada mañana y me reconforta la quietud y seguridad que da percibir el mismo horizonte vacío de acontecimientos.

En los límites de la letra A, aguardo tranquilo y confiado.





Reproduciendo el proyecto de Tindaya


Escribía Eduardo Chillida que la percepción es arriesgada y progresista, y la experiencia, conservadora: "El percibir actúa directamente en el presente, pero con un pie puesto en el futuro. La experiencia, en cambio, hace lo contrario: estás en el presente pero con el pie puesto en el pasado".

Y abundaba: "Me interesa más la experimentación que la experiencia. También prefiero el conocer que el conocimiento".

No sé si por obrar en consecuencia, porque esa mañana de domingo el tiempo alentaba quedarse en casa o porque desde que vi las primeras imágenes del proyecto del Monumento de Tindaya quedé enganchado a esa forma radical de mostrarse luz y sombra, materia y vacío, que quise reproducir en pequeño esa fábrica de percepciones. [En todo esto, tengo que reflejar también mis serias dudas sobre la idoneidad y beneficio de su posible implantación en la montaña].

Sea como fuese, esa mañana hicimos una maqueta compulsiva del proyecto de Chillida, cuyo proceso recogió fotográficamente María de manera tan desanimada como ganas puso, junto a Paula, poniendo celofán a diestro y siniestro.

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