Destellos en una mañana de sábado


A la vista de los últimos acontecimientos, recuerdo con verdadero placer las maneras con las que el pueblo aldumano expresaba sus alabanzas o críticas a las acciones o pensamientos de sus conciudadanos, especialmente, de aquellos con una cierta significación pública.

Durante el periodo que transcurría entre las fiestas votivas de cada uno de los doce dioses del templo, los "hermanos lectores", administradores y salvaguardas de la vida religiosa, recibían de los ciudadanos cientos de misivas. Visperas de los ritos, las misivas eran leídas en un acto público frente a los edificios dedicados al mercado: aquellos personajes públicos que eran objeto de las misivas escuchaban en pie, atentos, sopesando el peso que lo escrito provocaba en el resto de ciudadanos que obervaban el acto, asintiendo o disintiendo de lo leído:

"Un beso encarnado para Layo Celsus por su defensa de la compuerta Glatia de Barranco"

"Un suave roce en la mejilla a Lidius por su poesía del Mar Abierto"

"Un ladrido de lobo en el bosque a media noche para la administración que Aurelio ha hecho de la fortuna de su tío Lemos"

Y así, las vísperas se pasaban entre la lectura de misivas y los comentarios que, unos y otros, vertían ante la mirada atenta de las distintas personalidades...

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