La piscina tras la valla



Han edificado cerca de casa un complejo polideportivo; dispone de una piscina exterior que linda con la acera de una calle transitada, por lo que han decidido ocultarla tras una gruesa valla. Pero no lo consigue del todo; si un paseante observa el cercado mientras camina por la acera, los estrechísimos espacios que separan cada una de las láminas metálicas verticales consiguen, como en un zootropo donde es el observador quien se desplaza y no la imagen, que la piscina pueda percibirse en su totalidad, aunque sea por esos breves momentos en los que el viandante transita ese corto espacio.

Pensaba si aquello que merece realmente la pena y que podemos encontrar mientras recorremos nuestra vida no se revelará también únicamente al movernos. Habrá quien entienda ese movimiento como un desplazamiento físico, geográfico, literal; quizás como un trayecto intelectual, emocional o espiritual. Podría exigir un poco de todas esas actividades.

Habrá, finalmente, quién se pregunte qué hacemos a ese lado de la valla y no disfrutando del agua de la piscina, pero eso parece ser objeto de una historia para la que no tengo aún palabras.

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