Después de todo, los lunes no eran tan mal día... podía ver a los de la oficina, comentaba con ellos el partido y era el único día que no comía en el abarrotado restaurante de la gasolinera; los lunes, su mujer le preparaba las sobras del cocido del domingo y él acudía al comedor de la empresa tan agusto.
Ese día, algo debío de llamar la atención del guardía de seguridad del edificio cuando le invitó a mostrar lo que llevaba en esa bolsa negra, la que albergaba su comida.
Confuso, pero con buen humor, sacó la tartera y, mientras le comentaba que llevaba el cocido preparado por su mujer, soltó las presillas y abrió la tapa de la tartera.
La explosión se escuchó en varios kilómetros a la redonda.
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