Soy parquimetrómano; no puedo ni quiero extenderme sobre el origen de mi adicción. Solamente decir que viví la instalación de parquímetros en mi barrio con una absoluta sensación de indefensión ante la voracidad recaudadora del ayuntamiento y que, durante meses, intenté resistirme.
Pero cedí, cedí y tras dos multas, empecé a pagar cuando esperaba la salida del colegio de mis hijas, cuando iba a comer a casa de mis padres, cuando hacía la compra, cuando iba al polideportivo, cuando íbamos al parque... y ya no pude parar. Seguí pagando aún cuando no llevaba el coche, toda moneda, todo cambio, toda calderilla era poca para ser vertida dentro de los parquímetros. Y luego seguí con los impuestos, con el IVI, con el numerito, con el de matriculación... no puedo describir el placer que obtengo cuando me llega una notificación que demanda su pago...
No cuento esto para ayudar a los que, como yo, ya no pueden vivir sin alimentar a esa máquina recaudatoria sin límite, ni siquiera para exhortar mis fantasmas, lo cuento para que los funcionarios de turno se apiaden de mí y consientan en cobrarme todas las semanas la tasa de basura... por favor... lo necesito tanto.
Germán Quinter
Soy parquimetrómano
Me llega un mensaje desesperado de Germán Quinter, un conocido de la infancia que se encuentra en una situación desesperada. Lo transcribo tal y como me ha llegado, esperando que quien tenga en su mano ayudar, lo haga.
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