Visiones de un futuro incierto: del libro a la biomímesis
Y seguimos dándole vueltas a si el libro, entendido este como el artefacto constituido por decenas de páginas cosidas o pegadas a un lomo y protegidas por una cubierta, desaparecerá o no en un futuro cercano desplazado por las tecnologías emergentes.
El libro, más que desaparecer, dejará de ser usado, como dejamos a un lado la tradición oral, aquel antiguo recipiente de nuestra memoria; la razón de su extinción no será la de que el texto o los lectores hubieran elegido como soporte la pantalla digital en detrimento del libro, herramienta que ha demostrado ser perfecta para la lectura; será el propio texto y las demandas de los lectores los que cambien.
Con el paso del rollo al códice, la obra que antes ocupara varios rollos o volúmenes se vio acogida en su integridad en el nuevo soporte de pliegos cosidos, técnica que posibilitaba albergar una mayor cantidad de texto; la obra pasó entonces a identificarse con su vehículo: el libro. ¿Llamaremos mañana "libro" al texto ubicuo?, un texto que puede ser consultado en cualquier parte del mundo; blando, pues permite su constante actualización; plegable, de manera que es ampliado o sintetizado sin solución de continuidad con nuevos textos, imágenes, videos o locuciones; ¿llamaremos libro al texto que permita ser comentado, modificado, recreado en los márgenes o en los propios límites de su construcción?
Cuando la obra se edifique a través de la participación de miles de autores y sea ubicua, blanda y plegable, el texto no tendrá más remedio que sustentarse en un medio adecuado a su naturaleza y ese medio no será ya nunca más de papel.
Los niños, en ese futuro, verán maravillados como antes éramos capaces de consumir tanta energía y tiempo en producir un libro de cientos de páginas cuando ellos, ahora (entonces), obtendrán una información equivalente con solo señalar con su dedo una zona de su frente mientras dan un golpecito a un espejo.
Ese gesto que esbozo como comunicación con la tecnología futura no es un tema baladí; nuestro mundo se volverá a llenar de gestos: la imposición de manos, la persignación serán puertas hacia servicios de todo tipo; gestos que máquinas o nuestro propio cuerpo amplificado, entenderán.
Y persignarse, sí. Cuando las disciplinas borren sus fronteras para ser otra cosa, cuando hablar de medicina sea hablar de ingeniería y el proyecto de arquitectura sea un proyecto de biología, sólo entonces, la tecnología, tan alejada en el secreto de su funcionamiento como vital, podría convertirse en el destino de nuestras esperanzas, en el demiurgo de un nuevo universo al que depositar nuestras preguntas.
Pero eso, si es, será mañana.
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