Hubo un momento en la historia de la evolución de la especie humana, previo a ese lento big bang que tuvo que suponer la autoconsciencia, cuando, por primera vez, el hombre se sobrecoge ante la visión del cielo estrellado, cuando sus pupilas se dilatan ante el primer fuego; una vez primera de maravillarse ante el animal que le quintuplica en tamaño y peso; una primera vez de deleite ante la entrada de luz por entre el denso follaje del bosque.
La recuperación de esa mirada de cuando la infancia de la especie podría ser el Arte.
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